jueves, 17 de noviembre de 2011

PEDRO I DE CASTILLA Y SU LEYENDA

"El Justiciero" para unos y "el Cruel" para otros muchos, Pedro I protagonizó un reinado lleno de intrigas y una muerte violenta a manos de su propia sangre.
Nació en 1334 y heredó el trono de su padre Alfonso XI en 1350, cuando éste último murió en el asedio de la ciudad de Algeciras víctima de la peste negra. Con 15 años no estaba muy interesado en política, por lo que dejó todos los asuntos de gobierno a Juan Alfonso de Alburquerque, que se dedicó a exterminar a muchos de sus rivales con el beneplácito del rey. Este desinterés por gobernar no fue ni mucho menos el mayor de sus problemas, sino las continuas rebeliones de sus hermanos bastardos (desposeídos de todos sus privilegios a la muerte de Alfonso XI), especialmente Enrique de Trastámara.
Ser rey también significaba tener que casarse por intereses de estado, y aunque en principio se negó, al final accedió a hacerlo con Blanca de Borbón (sobrina del rey de Francia). La boda no fue más que una pantomima, ya que a los pocos días abandonó a su esposa para irse con su amante desde hacía un año María de Padilla. Ésta tuvo una gran influencia sobre él, consiguiendo colocar a sus parientes en puestos relevantes de la corte. Esta situación no hizo mucha gracia a los nobles, que exigieron al monarca la destitución de los nuevos favoritos y la vuelta con su esposa legítima. Pedro hizo caso sólo a medias, ya que consiguió la anulación de su matrimonio y volvió a casarse, esta vez con Juana de Castro.También la abandonó pronto, cansado de las intrigas de su nueva familia política.
Los problemas en Castilla comenzaron a multiplicarse y Pedro I terminó enfrentado a Pedro IV de Aragón. Esta situación fue aprovechada por su hermanastro Enrique, que huyó a Francia y se convirtió en mercenario bajo la bandera aragonesa. Fueron tantos los que traicionaron al rey, que éste no dudó en ningún momento a la hora de ejecutar a sus enemigos: su primo, su primera esposa Blanca, antiguos hombres de confianza... Es entonces cuando Enrique decide jugársela y entra en Castilla para proclamarse rey, obligando a Pedro a huir. Sin embargo, éste regresa para presentar batalla acompañado de las tropas del Príncipe de Gales. El enfrentamiento se produce en Nájera y termina con la derrota de Enrique, que consigue huir sin ser apresado.
A estos acontecimientos le sigue una cruenta guerra civil entre los hermanos, que termina con Pedro acorralado en Montiel. Para conseguir salir de la fortaleza pide ayuda a un caballero francés, pero éste lo traiciona y finalmente Pedro I es asesinado por su hermano Enrique en 1369.
Aquí acaba la historia y comienza la leyenda: a Pedro le gustaba pasar largas temporadas en Sevilla, donde fue un rey querido, al que se recuerda por escuchar a su pueblo y por su gusto de mezclarse con la gente corriente sin que nadie supiera quién era. En una de esas salidas se encontró con uno de los hijos del conde de Niebla (partidario de Enrique de Trastámara) y lo hirió de muerte. El ruido de la lucha despertó a una anciana que vivía en esa calle y ésta se asomó por la ventana portando un candil. Pudo ver que el asesino era rubio y de piel blanca, y además ceceaba al hablar y le sonaban las rodillas. La mujer reconoció rápidamente al rey y se asustó tanto que dejó caer el candil a la calle. La familia del muerto reclamó justicia y el rey prometió que la cabeza del asesino se expondría públicamente, por lo que trajeron a la abuela a su presencia para que confesara lo que había visto. Finalmente la mujer inculpó al rey del asesinato. Pedro cumplió su palabra: mandó cortar la cabeza a una estatua con su efigie y la colocó en una hornacina para que todo el mundo la viera.
El lugar donde se colocó el busto sigue existiendo con el nombre de Cabeza del Rey don Pedro y actualmente hay una estatua que representa al monarca. La calleja que hay enfrente y donde se supone que vivía la anciana se denomina hoy en día Candilejo, en recuerdo de aquel episodio.

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